viernes, 16 de octubre de 2015

Pablo Moro y el enigma de un músico listo


Texto: Noelia Baldrich / Fotos Pablo Moro






Con él comenzamos la entrevista bailando como artistas. Interpretando su vivificante tema She’s The One y por un momento nuestro imaginario vuela a ese bello Hotel Balneario Palacio de las Salinas, donde el videoclip se ha grabado. Hermosa melodía haciendo estragos que te pone a temblar y te corta la respiración. ¡Ay, amigo! Así la cosa cambia, cuanta luz irradia la quinta referencia de este cantautor ovetense. Llamadme optimista pero esta nueva entrega apunta al Fin de ciclo de un músico que aún teniendo La vida Solucionada (2013) con su anterior disco, siempre los acordes de la nostalgia le acompañaban. Vuelve a la escena siendo el mismo, pero ha cambiado los agoreros principios: El día más triste del año es un corte que desprende positivismo. Adiós al denso barroquismo formal, estético y conceptual, ya no hay tregua para tanta lluvia y tristeza aunque uno sea asturiano. ¿Nos vamos a pasar El resto de la vida mordiendo el polvo del camino? ¡Que no hay nada más triste que dejar el mundo como lo encontramos! Así que, impregnado por una nueva racha de euforia, este compositor aprieta su pluma y con ella perfila Tu trocito de gloria. Para hallar su edén musical, ha recorrido El camino de la costa, hasta llegar a Cantabria donde ha encontrado la senda adecuada para renovar mitos. Ha sido en los estudios Guitar Town Recordings, del productor Hendrik Röver, líder de Los Deltonos, donde a 12 temas han puesto tono. El buen momento de Salud (2015) que toca Röver, con su vibrante steel guitar, junto al calor de una Luz de gas inspiradora – un Jack Daniels viejo pero cañón- han dado rienda suelta a un rock clásico, con aromas americanos y directos de garaje. Como dioses inventando la vida, Los chicos listos se han regido por una única premisa: que la obra suene sencilla y que solo la perseverancia mantenga la estructura. Se liman letras, melodías y armonías dejando alguna arista a modo de enigma. Porque si algo destaca sobremanera en el estilo del cantante de Oviedo es ese juego por dejar en la Punta de la lengua el significado explícito de sus temas; le divierte sumergirnos en el jeroglífico lírico en el que versa su cínico simbolismo. Llueven extraños relatos como El habitante, un personaje que con los dedos amarillos de liar cigarrillos prepara el equipaje para ir a ninguna, ni siquiera a un Smoking Point (2007) donde saborear esos Pequeños placeres domésticos (2009); o la pieza, Llueve por nosotros dedicado a esos jóvenes y orgullosos que se resguardan bajo el paraguas de la nostalgia. Cierra el círculo de este trabajo redondo unos redobles de tambores que anuncian la Canción borracha de la despedida. Tras una detenida escucha, descubro que cuando todos nos hemos vuelto algo locos, Pablo se nos ha vuelto cuerdo. Ahora vive en La casa de la esperanza regida por tres soles, sus mujeres que le cuidan y corrigen su error; la nana Ana y el mundo al revés sana su corazón. Siempre hemos sabido que este bonachón del norte, reflejado en el espejo artístico de Toño Velasco como El Principito de Saint-Exupéry asturiano, tenía y mantiene firme una misión: “Mientras queden fuerzas y esté vivo intentaré cumplir lo prometido”, es decir, “hacer ruido porque no hay nada más triste que el silencio anónimo del olvido”. Encontró fuerzas y casi a grito hizo una llamada para rastrear financiación, la respuesta fue un éxitoso crowdfounding que le ha permitido sacar el disco hasta en vinilo. ¡Quién se lo iba a decir! Si hace 10 años empezó en formato Emepetreses (2005). Se lo decían las líneas de la mano que dibujan el horizonte del destino pero él solo da crédito a un valor seguro: “Un hombre solo es el valor de las promesas que cumplió”. Visto de este modo, con esta quinta promesa publicada su cotización está en alza. ¿El secreto? Una respuesta clara: Si quieres cumplir objetivos, sé inteligente con Una forma rara de ser tonto, (2015 Boomerang Discos) la de Pablo Moro y Los chicos listos.


El quinto disco de Pablo Moro y Los Chicos Listos, es un trabajo muy cuidado hasta en el diseño


¿El día más feliz del último año?
Podría tirar de tópicos y aunque el año ya se cumplió que fue cuando nació Ana, pero si nos referimos al año en curso y centrándonos en lo musical supongo que cuando recibí el disco físico. No sé si el más feliz pero sí el más especial.

¿Qué ha operado en la vida de Pablo Moro para encontrarme con un músico mucho más optimista?
Pues supongo que la cosa va por rachas. Se trata de estar dos días en la cima, dos en el agujero, y saber manejar esa balanza. En resumen, la vida de todos es un poco así. Regodeándote en el barro no vas a ir a ningún sitio, como dice una de las canciones, El habitante, al final nada es tan importante como para preocuparse tanto. Tomarse la vida con algo de filosofía y sentido del humor.

¿Quién te inspiró El habitante?
Es la canción más vieja del disco, tiene muchos años, ha sobrevivido a muchos discos y no sé porque no la grababa. Los amigos, me animaban a hacerlo, pero nada. Era una canción muy introspectiva inspirada en un personaje de Oviedo, un vagabundo, muy conocido sobre el que circulan muchas historias y leyendas pero no se sabe a ciencia cierta ni de dónde viene ni a dónde va. Nos decidimos a grabarla y Röver sugirió meterle ese riff de guitarra y me encantó. Al verla renovada me vine arriba. Además nos vino muy bien porque las canciones estaban siendo muy tranquilas y con este tema imprimía más energía al disco.

Como eres de Pequeños placeres domésticos -te gusta la cocina- se me antojó un símil: el disco podría ser una fabada asturiana con un compango americano y mucho cariñín.
Sí, sí, así es. Es un buen símil porque la fabada es un plato muy sencillo de hacer pero hay que darle cariño, hay que vigilarlo, poco a poco, a fuego lento, despacito, mirando el agua. Con cariño de abuela. Sí, el disco entero es un poco así. Busca la sencillez del producto, es decir, que sean las canciones las que hablen por sí mismas sin demasiados arreglos ni demasiados artificios pero sí tratándolas con cierto mimo y con detalles muy sutiles y muy pequeñitos, inapreciables al principio, pero que están ahí y son los que hacen que al final salga rico.

¿Y cómo se han cocinado esos tonos americanos de Röver Hendrik de los Deltonos?
Nosotros ya viajamos por esos caminos del rock americano, la música anglosajona, eran nuestras referencias, por eso lo llamamos, coincidíamos mucho en influencias y en la forma de entender todo el proceso de la grabación: ir al estudio, buscar el mejor sonido, tocar las canciones y sacar una fotografía de lo que está sucediendo. Compartimos esa idea, sin artificios absurdos, ni parafernalia, nada.


La banda al completo: Álvaro Bárcena (guitarras), Antón F.Caballos (bajo), Richard García (teclados) y Alejandro Blanco (batería) en los estudios del productor Röver Hendrik grabando el disco.







Pero habéis incorporados nuevos instrumentos.
Sí, eso, sí. Hemos metidos los instrumentos muy clásicos del rock americano y del folk-rock como el pedal steel, mandolina, dobro… No los habíamos incorporado y tampoco sé muy bien porque, Álvaro también toca el pedal steel. Tal vez Hendrik tiró mucho por ahí porque está muy familiarizado y a las canciones les pegaba ese aire.

Una experiencia muy en directo: por la grabación y por hacerlo en Cantabria.
Sí, solo por el hecho de salir aunque fuera cerquita, a Cantabria, con toda la banda junta, grabar, convivir unos días, se nota. Hacíamos algo distinto que nos daba un plus de ilusión. Esa energía, esa actitud de estar sonriendo mientras tocas se percibe, se nota la sonrisa en las canciones.

¿Cómo encontraste energía para hallar crowdfunding?
Fue por dos razones. La primera, y es, sinceridad absoluta, que no creo que hubiéramos tenido la oportunidad de hacer el disco como lo hemos hecho. Cumplíamos los diez años, y el trabajo de todos los que hemos estado implicados merecía un respeto, no hacer ahora las cosas de cualquier manera. También la gente que nos sigue lo merecía, ofrecerles algo bien hecho, de calidad, que el disco pudieran tenerlo con un buen diseño. La opción que teníamos era intentar conseguir una cantidad de dinero que en otras circunstancias, y sin utilizar la ayuda de los mecenas, no hubiéramos podido. Por otra parte, también era como, después de una década, lanzar una llamada, una sonda al espacio y decir: "¿Hay alguien allí fuera que quiere escuchar canciones de Pablo Moro y Los chicos listos?" La verdad es que la respuesta fue muy buena y también nos sirvió como un empujón, un encendernos la llama otra vez y decir: “oye sí, somos unos cuantos que queremos que hagáis el disco”.

Tu perfil me inspiró la premisa del filósofo italiano Antonio Gramsci: “Practiquemos el pesimismo del intelecto pero el optimismo de la voluntad”.
Sí, está muy bien, sí, señor, efectivamente.

También eres mucho de promesas, recurres mucho en tus letras: “Un hombre solo es el valor de las promesas que cumplió”.
Me gusta mucho esa frase, la verdad.

¿Has cumplido muchas?
Trato de cumplir las que hago, seguramente habré incumplido, pero mi intención es cumplirlas. Al final se trata de ser persona, de darle importancia a las cosas que realmente importan. Separar el grano de la paja y tratar de cumplir lo prometido hasta las últimas consecuencias.


El cantautor firmando una copia en vinilo.
¿Te has prometido algo a ti mismo?
No, no, hablo mucho conmigo mismo.

¿Y eso?
No, no lo sé, no me gusta hablar conmigo mismo demasiado (risas).

¿Tampoco te gusta mirarte en el espejo? ¿Por qué, qué te dice?
No, no. Como dice la canción “Te estás haciendo viejo” -Y yo le digo- ¿Y tú de qué lado estás cabrón?" La gracia es eso, que está del otro lado (risas). No, no me he prometido demasiadas cosas a mí mismo porque me sería más fácil incumplirlas.

Con 35 años ¿y preocupado por el paso del tiempo?
Pero yo llevo preocupado por el paso del tiempo desde que tenía 14. No sé, es una especie de obsesión que tengo de que la vida te pase por delante y no hayas hecho…

Elucubrando sobre el porvenir, se te esfuma el presente.
Lo sé, lo sé. Es uno de los grandes temas del arte. Esa inquietud de que la vida es finita, pasa el tiempo, hay muchas cosas por hacer y no sabemos si podremos hacerlas. Es una preocupación a la que intento dar respuesta: “no te preocupes tanto por eso, vive el momento, aprovéchalo.

Buen provecho le sacas al amor en este trabajo. En el anterior había una referencia casi solapada “construiremos juntos un mundo perfecto” y ahora te desbocas “voy a comerte el alma”, “tú y yo cuando estamos juntos somos un cañón”.
Desde luego, pero ya era hora. Y, también es visto de otra manera, no es el tipo de amor romántico aunque haya alguna frase grandilocuente. Porque en el fondo, el tema sobre el que versa el disco “la perseverancia”, “salir adelante”, se sustenta en un bastón que cuando llevas muchos años con alguien te das cuenta y es el de la pareja. Es en quien te apoyas para salir adelante. Cuando uno pasa una mala racha en el principal sitio donde se agarra es el amor, pero no en el amor idílico de "quiero vivir una aventura todos los días". Todo lo contrario, yo soy un defensor del amor rutinario, de ese que parece que es aburrido, de matrimonios de muchos años viendo la tele. Evidentemente, el amor hay que regarlo a diario pero no se trata de “vámonos al fin del mundo” eso es para los adolescentes. Al final, es ese amor de todos los días el que nos aguanta, nos aconseja, nos dice las verdades a la cara, ese es el que defiendo y en el que nos apoyamos como bastón.

El bastón está en La casa de la esperanza.
Sí, es una canción que me dio impulso para seguir escribiendo. Y hablo de eso, del recorrido de alguien que se hunde y que sale al mundo y trata de encontrar algo que no sabe que es, dice el estribillo: “Cuando me vuelva a marchar/ huyendo de mis demonios,/ en mis delirios de insomnio/ veré la casa de la esperanza”. La esperanza, después de todo, está más cerca de lo que creemos.

Verte en tu casa de la esperanza rodeado de tus tres mujeres, Eva, Julia y Ana debe ser un espectáculo, las tres con canción.
Ja, ja. A la pequeña le canto su nana Ana y el mundo al revés pero con trece meses no se reconoce, pero da palmas. Entonces, salta Julia pidiendo que le ponga la suya. A ella le gusta mucho la música, es muy teatrera, le encanta vestirse, se sube a la mesa y al escenario y empieza “Pablo Moro, soy Pablo Moro”.

Y es de suponer que She’s The One, Eva ¿está contenta?
Sí, sí, claro (risas) Espero que esté contenta. Me dice “después de tantos años por fin el amor” y le digo "pues claro que sí".

¿Dónde encuentras tus canciones?
En cualquier parte. La música es finita son siete notas pero nunca se acabará la manera de hacer canciones porque de lo que se trata realmente no es de la cosa en sí, sino de cómo la mires. Todo depende del cristal por el que se mire. No se trata de hablar de amor, sino de cómo hablas de amor. No se trata de hablar del paso del tiempo sino de cómo lo haces. Esa es la grandeza, que todos somos distintos y a la vez muy parecidos. Trato de buscar lo que a todos nos une y a la vez nos diferencia.

¿Qué poemario hay en tu mesita?
Últimamente leo poco, la verdad. Tengo un libro El mayor poeta del mundo de Julio Rodríguez, un escritor asturiano, es lo que ahora tengo sobre la mesita de noche pero he de reconocer que tengo poco tiempo para leer.

Me pusiste en la senda de un poeta paisano tuyo Ángel González. No te voy a preguntar cómo hacéis el amor los artistas, es otro enigma de tu canción, pero González dice en su poema A veces: “Escribir un poema se parece a un orgasmo…” ¿Escribir una buena canción produce sensaciones similares?
Hombre, yo prefiero el orgasmo (risas) Pero es verdad que hay una especie de búsqueda del placer intencionada cuando uno se pone a escribir una canción y que cuando la encuentra la satisfacción es muy grande.


Pablo Moro presentando el disco este pasado viernes en Barcelona.


Satisfecho con todo el trajín de la promoción y los directos, Madrid, San Sebastián, Barcelona...próximos Ruente, Bilbao, Zamora...
Sí, sí, tenía ganas de volver a tocar y salir a la carretera, enseñar las canciones nuevas, bien, bien, con muchas ganas.

¿A Los chicos listos cuando los enseñarás?
El 16 de diciembre en Madrid y el 26 en Avilés (Asturias) y en alguna ocasión más.

Bautizaste el álbum en La Catedral de Oviedo, en las fiestas de San Mateo.
Sí, fue una buena manera de empezar, un concierto muy guapo, se llenó la plaza. Todo el mundo me decía cuando acabó que les había encantado y “se te veía muy feliz”. Lo pasé muy bien y fue una puesta de largo para el disco muy buena.

¿Cómo anda la polémica surgida en Oviedo con la música en directo?
Como diría el otro “estamos trabajando en ello”. En Asturias resulta que estamos regidos por una ley absurda que permite a los bares, que son la base de la cultura musical de un territorio, poner música grabada hasta 90 decibelios pero si la música es en directo aunque no llegue a ese volumen no se puede, simplemente porque los bares no está dentro del catálogo de los recintos donde se puede ofrecer conciertos en vivo. Lo que tratamos de decir a los responsables que las leyes absurdas hay que cambiarlas.

Lo que no es absurdo es Una forma rara de ser tonto.
No, está muy bien. Hay que perseverar. Esa forma rara es eso, cuando uno está empeñado en conseguir un objetivo de la manera que uno cree, de manera honesta y sencilla, trabajando por ello y haciéndolo lo mejor que puede y a veces no lo consigues siempre hay alguien que bien intencionadamente te aconseja “¿Por qué no cambias y lo intentas de otra manera, haz otra cosa, no seas tonto?”. Pues... no, vamos a seguir así porque creemos que así se deben hacer las cosas y por lo menos seremos tontos pero una forma un poco rara. Y enlazándolo como la otra parte que era lo del amor, fíjate tú si habrá forma más rara de ser tonto, no creo que la haya, que enamorarse y hacer cosas por amor.

¿Es amorosa la Isla de Colunga?
Es entrañable una maravilla. Es un refugio de paz y belleza.

Tambien es una maravilla el Palacio del videoclip.
Sí. También trato en el disco, no sé si lo consigo, que haya cierto sentido del humor y en el vídeo tratamos un poco eso, plantarme a mí como si fuera un ricachón y tal. El sitio es estupendo el Hotel Balnerario Palacio de la Salinas en Medina del Campo que nos lo cedieron muy amablemente y que venía muy a cuento para hacerlo. Ha quedado simpático.

¿Qué te gustaría experimentar con este disco?
Nada especial, y a la vez lo de siempre. Que la gente escuche las canciones, que las disfrute y que sea cada vez más gente la que viene a los conciertos, que se une a esta causa y entiende esta manera que tenemos de hacer las cosas. Simplemente, poder seguir tocando.

¿Así te gustaría pasar el resto de la vida, haciendo ruido?
Haciendo ruido, sí, sí, está muy bien. Me encanta que hayas destacado esas dos frases porque son de mis favoritas del disco. Es una canción muy sencilla de letra, estructura y melodía pero las cosas que dice son exactamente lo que quería expresar. La primera frase “Pasaremos el resto de la vida/ siendo un desastre./ No hay nada más triste/ que dejar el mundo como lo encontraste”, y la última “Pasaremos el resto de la vida/haciendo ruido./ No hay nada más triste/ que el silencio anónimo del olvido”. Aunque digan que somos un desastre, que hacemos ruido, vamos a continuar haciéndolo porque es la mejor manera de pasar por este mundo.

¿Son canciones que cumplen su venganza?
Desde luego. Creo que fue Sabina quien dijo “que no hay mejor venganza que escribir una canción”. Tiene mucha razón.


El músico asturiano demostró en la entrevista que Una forma de ser tonto le reporta muchas alegrías.





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