viernes, 8 de junio de 2018

Sigmund Wilder, psioanálisis musical.



Texto: Noelia Baldrich / Fotos: Sigmund Wilder






"Good things come to those who wait". Bien lo sabe David Martínez que, tras trabajar muchos años por la buena salud de los espectáculos, le ha llegado el momento de hacer de Doctor Music de su propio proyecto. Con un background musical anclado en la new wave y el after punk de los ochenta, su creación sonora se caracteriza por un creativo sello de pelaje muy personal. Una bicefalia doble. Su bautismo responde a la unión del padre del psicoanálisis y a uno de los padres del rock electrónico -algo así como el cazador del psicoanálisis pero en la lengua de Shakespeare-, mientras que su propuesta es una clara confrontación de claroscuros urdida por dos Davides: Martínez y Palau. Su primer trabajo The Art Of Self Boycott, (2017), título bien explícito, nace de la necesidad de purgar, de suturar heridas, de respirar Breathing under the ocean, siempre con un destello de Candle Lights. Doce temas introspectivos y crípticos que respiran redención: Silent girl, Reasons to fall apart, Nothing but shame, Still my red light, Barcode Tattoo, Every word will stay the same. Los amores nocivos en The psyco magnet heart, Secrets about you and me y Only if we try también resplandecen. Una luz que a este cantante y compositor barcelonés pareció apagársele el 10 de enero de 2016, The Day David Bowie Died. Una oscuridad que, a su vez, le brinda un nuevo trabajo, un EP de cinco canciones donde la claridad de ideas vuelve a dejar constancia de esas atmósferas de contrastes en temas como All you ever wanted y A change of skin. Hablando de cambio de piel ¿Han deducido el nombre que recibe el alter ego musical de David Martínez? Sigmund Wilder.




Bienvenido Sigmund Wilder ¿preparado para un psicoanálisis musical?
Sí, suelo ir preparado.

Te has traído a David Martínez, supongo.
Sí, mi padre, entrará luego ja, ja.

(Vídeo-entrevista)


"Good things come to those who wait". Después de muchos años, ¿qué ocurre en 2017 para que Davíd Martínez decida crear a Sigmund Wilder, su alter ego, y curar así sus heridas?
Es una frase que resume todo lo que rodea Sigmund Wilder. Toda la vida he tocado en casa canciones de otros, he tocado con otros grupos. Fue a primeros de 2014 cuando empecé a tocar con la idea de crear y salió algo muy aceptable. A partir de ahí, seguí creando hasta las 12 canciones de The Art Of Self Boycott. Son tres años de trabajo muy al detalle, con ganas de hacer algo que estuviera bien, de no escatimar ningún esfuerzo. Tenía claro que sí decía meterme en esto a los cuarenta tenía que ser algo muy bien hecho, por lo menos a mí, como oyente, que me pareciera muy bueno.

A ti y a la crítica especializada. “David Martínez ha firmado un debut impropio de un debutante”, reseña Alfred Crespo de Ruta 66.
Qué orgullo. Comercialmente Sigmund Wilder no es que no tenga ningún éxito, es que ni se acerca a la idea de tenerlo, entre otras cosas, porque no formamos del circuito. No tenemos compañía discográfica, ni agencia de management, ni de booking, simplemente es un artista con la única intención de hacer arte. Si que he de decir que, que algunos críticos de renombre hayan escrito sobre Sigmund Wilder, para mí pesa más que cualquier éxito comercial. Son gente que nunca tienden a la alabanza gratuita, por tanto, leer algunas cosas me enorgullece.



¿Cómo se llama tu gato?
Fellini.

No soy Fellini pero quiero establecer ese efecto placebo que produce en ti para que nos cuentes qué monstruos habitan en The Art Of Self Boycott y en The Day David Bowie died.
Fellini está aún conmigo, pero cuando escribí el disco eran dos, y no quiero quitarle el mérito al otro por el hecho que ya no esté. Respecto a los fantasmas que hay escondidos en el primer disco son muchos. The Art Of Self Boycott, es lo más asertivo que se me ocurrió a la hora de definir las historias. Casi todas hablan de relaciones rotas, de frustración, de nostalgia… Giran muy entorno a ese momento en el que te preguntas por qué algunas cosas de tu vida no han ido por el camino que tú querías. 

La tristeza, la saudade, es un sentimiento muy agradecido, sobre todo, para los artistas, ayuda a componer.
Sí, lo comentaba con un amigo. Le comentaba que hay cierta preocupación por el día en que las cosas en tu vida se encarrilen, me veo escribiendo cosas alegres y, no me veo. Son sensaciones muy claroscuras pero, al mismo tiempo, tienen mucho brillo, mucha luz. Al final todo en la vida es así. 

En tus canciones es así, a pesar del exorcismo emocional al final hay un destello, Silent Girl, Still my red light… hay un resurgir que a nivel sonoro David Palau acopla muy bien.
Sí. Para mí uno de los puntos más interesantes del disco es que tienes canciones que a nivel de composición son oscuras, cuentan canciones complejas y, al mismo tiempo, la emoción que transmiten cuando las escuchas es muy positiva, también a nivel de producción. Uno de los roles de David Palau en Sigmund Wilder es sacar las canciones de la cueva. Todas ellas vienen de demos grabadas en el momento de esa sensación triste y lo que hace la producción es darle perspectiva. Alguien está metiendo mano en tus canciones sin formar parte de ese universo compositivo-emocional que hay detrás de la canción, con lo cual es el equilibrio perfecto. Partimos de un tema con sus emociones que, cuando termina de pasar su proceso de demos hasta que vas a grabar la producción, tienen un recorrido muy interesante. Los temas son los mismos lo que cambia es la sonoridad, esa personalidad que le da un productor que, en este caso, es uno de los mejores guitarristas del mundo, y, además, tiene un grammy como productor de David Bisbal. Tiene el don de aportarle toda la luz.



¿Te ha sorprendido como David Palau ha resuelto algún pasaje sonoro?
En todos, hay un ejemplo clarísimo en el single Only if we try, del primer disco. Todas las partes de orquestas, tanto en la introducción como en la salida del tema, es una genialidad que apareció en el estudio. Nos complementamos muy bien a la hora de acoplar las ideas. Fue el momento más especial.

El nombre ya lo dice Only if we try.
Only if we try no deja de ser un tema tristísimo, pero los mensajes que transmite son muy positivos. El personaje que está hundido en la nostalgia pero que, al mismo tiempo, se dice podremos con todo pero solo si lo intentamos. La producción de David Palau es magia, es productor y mago.

Conceptualmente ¿cómo definirías el sonido de Sigmund Wilder con sus referentes en la new wave y en la post punk británica?
Se me hace muy difícil. Para mí esas dos palabras mágicas: new wave y si le añadimos “británica” yo ya me rindo. Si escucho los discos de Sigmund Wilder tengo sensaciones muy parecidas a las que tenía cuando escuchaba algunos discos de esa época. Incluso de grupos que han salido en los últimos 15 años como Interpol o The Editors, me siento muy identificado. 

Sigmund Wilder tiene una voz más profunda, más gutural, me ha recordado más a Leonard Cohen o al líder de Bahaus.
A Peter Murphy. La verdad es que me he pasado media vida respondiendo a la pregunta “si eres locutor” y, es curioso, porque soy licenciado en periodismo y era uno de mis objetivos. Pienso que es una suerte tener una voz que te distingue. Hay mucha gente con la que me identifico -no que me equiparo, porque sería pecar de humildad- como por ejemplo Peter Murphy, Nick Cave, Leonard Cohen… la de tardes en mi vida que me he paso escuchándolo. Para mí son ídolos.

La voz te define más que tu huella dactilar, explicaba un especialista. Tienes algo ya muy ganado.
Tengo la suerte que es la que me dieron. Si hablamos de Tribute bands, que está muy al orden del día, se puede tocar como The Edge salvando las distancias, tocar el bajo como Simon Gallup y dar el pego, está bien, ya digo, salvando las distancias. Pero cantar como Bono, es imposible, cantar como Robert Smith, es imposible… Al final lo que distingue a un Tribute band de una banda original es la voz. La voz es la personalidad de la banda. Y como esas frasecitas que corren por ahí si la vida te ha dado limones, haz limonada.



Sigmund Wilder, en el Festival de Pedralbes, el 20 de junio, previo al concierto de Elvis Costello & The imposters.
Es un orgullo increíble. No puedo estar otra cosa que agradecido y súper feliz. Recuerdo el momento en que colgué el teléfono y me vino a la cabeza todas las veces que lo he visto en directo, sus discos, hay uno que me encanta Punch the clock, de los ochenta. Son de esos momentos en que te das cuenta que tienes más que la mayoría de los grupos que intentan hacer cosas, y, lo único que puedo hacer es estar agradecido de que entre tantas propuestas se hayan fijado en esta.

Sin seguir los circuitos del mainstream.
El conseguir sacar adelante este proyecto de forma independiente, sin ningún apoyo ni institucional ni de ninguna compañía, te supone una serie de desventajas porque si no estás dentro hay cosas a la que es muy difícil optar pero, al mismo tiempo, te da la absoluta libertad de hacer tu arte como te dé la gana, de trabajar con quién te dé la gana, de elegir la portada… de tomar tus decisiones respecto a cada detalle de todo. Hay una cosa que digo siempre respecto a un salto al mercado. Estaré encantado de contar con una compañía de discos que lo distribuya, así como que vendamos doscientos mil discos, de lo que no estaré encantado es que alguien quiera condicionar el arte que hacemos. Por eso, un poco el proceso este de “vamos a salir vamos, a contar quiénes somos y esto es lo que somos”. A partir de aquí si alguien lo quiere aquí estamos.

He recordado la frase: “El miedo sale a buscar el valor sabe esperar”.
¡Qué buena! 

Hablabas de las portadas ¿qué inspiró la The Art Of Self Boycott.
Surgió de manera espontánea, en un cambio de vestuario el fotógrafo quiso captar el instante de cambio de suéter. Cuando me la enseñó vi claramente que sería la portada. Transmite el bipolarismo. David Martínez aparece con el pseudónimo de Sigmund Wilder, y este es un colectivo al que pertenezco yo, David Palau, todo el mundo que ha aportado un grano de arena para que esto funcione. Desde hoy tú también eres Sigmund Wilder, bienvenida a la familia. 

The Day David Bowie Died, la espalda desnuda de una mujer, aquí hay tela que explicar.
Sí, El día en que muere Bowie es un día que para mí cambio la historia de la humanidad. Murió el artista más grande que ha existido jamás. Cada cosa que hizo es una fuente de aprendizaje, para mí murió el referente. Tuve la suerte de verlo varias veces en directo, cualquier palabra que utilice para describir lo que el arte de David Bowie ha supuesto en mi vida se quedará muy corta. La canción esconde una historia que sucede el día que murió David Bowie.

¿Es la que refleja el videoclip?
No, por un motivo. Al equipo que produce nuestros vídeos intento no condicionarlo en nada porque pienso que todas las aportaciones externas enriquecen el arte de cualquier artista. 

¿Qué te sucedió ese día?
Es una canción que habla de una historia de amor que nace el día que murió David Bowie. Es difícil de ver porque escribo de manera muy críptica, basando las letras en transmitir sensaciones, cuento más sensaciones y emociones que historia. Describo las emociones que tuve cuando viví la historia de la que hablo y de la que no hablo en la letra. Esto permite que el oyente puede escuchar la canción hacerla suya y sentirse identificado. La portada tiene muchas lecturas, sale de espaldas pero hay un gesto en su cabeza de girarse. Lo dejo al aire para que cada uno la haga suya.

Que cada uno escuche los discos, interiorice las canciones y cauterice sus heridas.
Tal cual, es el poder terapéutico de la música.

Contigo lo ha conseguido.
Cien por cien. Estas y todas las canciones. Bien todas, no. Con todos mis respetos no sé qué poder curativo puede tener Tengo un tractor amarillo.

Si en un momento de pena te produce alegría algo ha sanado.
Y, quién sabe si en tu pasado has tenido uno y no te acuerdas… sería psicoanálisis.

Te parece que hagamos un test de psicoanálisis musical para conocer mejor a David Martínez.
Adelante.

La canción que te hubiera gustado componer.
Push the sky away, de Nick Cave.

El mejor concierto al que has asistido.
David Bowie, julio 1997, Zaragoza. Es la primera que tuve ocasión de verlo y me explotó la cabeza. Recuerdo cuando apareció solo en el escenario interpretando Quicksand, guitarra y voz, me di cuenta que el universo era mucho más grande de lo que yo creía.

El mejor estado para componer.
El desamor y la ira.

Y el mejor momento.
De madrugada.

¿Qué te saca de tus casillas en la música?
La falta de humildad. El arte crea circunstancias y situaciones que ponen en bandeja la falta de humildad. Eso te aleja del arte. Es tan importante darle el protagonismo a las canciones, al arte. ¡Gracias canciones, gracias Sigmund Wilder por elegirme a mí!

¿Cuál es la lección más importante que te ha enseñado la música?
La capacidad que tiene de unir a las personas. Juntar a sesenta mil personas sin que nadie se pelee ni se insulte. Por ejemplo, los deportes, concretamente el fútbol, genera mucho entusiasmo e euforia pero no consigue unificar a las personas, siempre hay unos contra otros… incluso hay enfrentamientos internos. Creo que nada consigue unir a las personas como la música.

Un mantra para los momentos difíciles.
Only if we try.

La última vez que hay dicho “Te quiero”.
¡Uf! Lo digo con frecuencia, de forma muy selecta, a muy pocas personas, pero cuando quiero a alguien no tengo problema en decirlo, es más, lo necesito. Probablemente a David Palau, es que lo quiero.

¿Que te gustaría que sucediera a Sigmund Wilder?
Que llegara a mucha gente, por el éxito de las canciones. 

Tu último descubrimiento musical.
Este fin de semana, en el Primavera Sound, un grupo llamado Car Seat Headrest que me hicieron flipar. Y un tipo que he admirado toda la vida pero que considero un descubrimiento reciente es Coque Maya. Lo que está haciendo en los últimos años me parece brutal.

También te parece brutal Cristina Rosevinge.
Sí, me parece una artistaza, la sigo desde que era adolescente. No llegué a conectar con el proyecto que tenía con Alex, pero desde su primer disco en solitario, Desde que me parta un rayo y Mi pequeño animal, me parece que es una artista que ha sabido mantenerse muy auténtica siempre. Gente como ella, como Mikel Erentxun, Bunbury o Coque Maya son referentes, no porque su música me influya sino porque son artistas que se han mantenido auténticos a su propuesta.

Hay momentos para la música fast food y otros para la música atemporal, obras que te remuevan por dentro.
Tengo que probar el fast food algún día, pero es que el cuerpo no me lo pide. ¿Hablamos de McDonalds musical?

Sí, también hay que soltarse, no todo es sangre y vena.
No, no, evidentemente, pero es que valoro mucho a los artistas que transmiten emociones.

1075, David Martínez-2017, Sigmund Wilder ¿qué le dicen el uno al otro?
Sigmung Wilder pide salida. Hay un momento en que hay toda una serie de inquietudes, de emociones, de vivencias que piden salir. Llama a la puerta y dice David…

¡Deja de boicotearte!
Tal cual. Sí. Me propuso asociarnos y de crear algo que sirviera para canalizar todas estas cosas. Un experto en psicoanálisis me comentaba que lo bueno de los procesos creativos es que cuando dejas que las cosas fluyan lo que estás haciendo es pasarlas del inconsciente al consciente, a partir de ese momento deja de estar escondido y forma parte de tu realidad. Lo que hicimos entre Sigmund y yo me ayudó a sacar las historias y plasmarlas en canciones. En el momento que se pueden escuchar en las plataformas digitales ya es propiedad de todos, entiendes que los fantasmas se han ido a buscar a otro.

Sigmund ha transformado a David.
Desde esa escucha soy mucho más feliz.

¿No tendremos que esperar otro hecho luctuoso para un tercer disco?
No, no. Aunque en los próximos años viviremos muertes muy duras por una cuestión cronológica natural. Estoy escribiendo el segundo disco, haremos la nueva entrega en 2019 y hay sorpresas.


www.sigmundwilder.com
Facebook: Sigmund Wilder
Instagram: Sigmund Wilder
Twitter: Sigmund Wilder
You Tube: Sigmund Wilder





No hay comentarios:

Publicar un comentario