Aplacar el sonoro silencio de estos bucólicos jardines
situados al susurro del Mediterráneo y romper
la encorsetada rigidez que impone la majestuosidad del castillo de Cap Roig fue
la gran gesta que protagonizó Melendi en el concierto que ofreció el pasado martes 6 de
agosto en el Festival de Calella de Palafrugell. Salió triunfal de una contienda
musical que por su solemnidad presenta grandes desafíos. De antemano, para
aparecer en tal prestigioso cartel es condición sine qua non presentar una
carrera musical exitosa. En estas lides el cantante asturiano presenta una laureada
hoja de servicios: seis discos de estudio, un millón y medio de copias vendidas,
dos discos de oro y nueve de platino, siempre en la cresta de la ola de los top
ten, y un magnetismo popular que le está
llevando a conquistar Latinoamérica.
Melendi saltó al escenario de Cap
Roig con la garra que le caracteriza dispuesto a conquistar tan idílico paraje.
|
La siguiente hazaña que logró el aclamado intérprete fue
vender todas las entradas con unas tarifas que estaban por las nubes, ya se
sabe que el cielo de la Costa Brava siempre cotiza alto. 2118 butacas
-mejor utilizar platea o “llotja VIP” en un marco tan chic-. Cabe remarcar que en esta
ocasión su ejército de guerreros ofrecía una aspecto más burgués: americanas,
camisas un punto desbrochadas y mocasines vestían ellos, que,
sorprendentemente, eran muchos más que en otras ocasiones; y vistosa bisutería,
zapatos de tacón y faldas cortas lucían las guerreras. Un público de paladar
fino, que venía a degustar tanto un repertorio musical sólido como el arte
culinario de los hermanos Roca. Después del buen sabor de boca que dejaba ver
el recinto a rebosar y saborear el suculento ágape o piscolabis llegaba la hora
de saltar al ruedo.
Esplendoroso aspecto presentaba del Castillo de Cap Roig
momentos antes del concierto del asturiano que registró lleno.
|
Los estrellados hermanos Roca por su
arte culinario son los encargados de servir un ágape formal o un piscolabis en
los jardines del prestigioso Festival de Calella de Palafrugell.
|
Sabido es que Cap Roig no es una plaza cualquiera, es arena
de otro costal: un escenario marinero de primera, acompasado por la suave brisa
de la tramontana y besado por un mar en calma, que amenaza en convertirse en
territorio minado ante algún conato de desmadre rockero. ¿Pero?, si precisamente este
Pirata del bar Caribe desembarcaba en
la cala –eso sí, en coche- con crápulas intenciones: encender la guerra rockera
con unos cuernos por bandera. Salió al
escenario entonando su lista de enemigos. El más difícil: ese silencio incómodo
que impone la atmósfera protocolaria latente que coarta al más pintado. Pícaras anécdotas para marcar… “el pómulo”, confesiones
íntimas, y sutiles instrucciones le valieron al avispado cantautor para romper
la ley de la gravedad y poner en pie hasta al publico de más edad.
Que el cielo espere sentao, no sólo fue una canción, también la sensación que tuvieron los allí presentes mientras disfrutaban de su potente directo. |
Los primeros minutos el “seny català” marcó la batuta pero
tras La tortura de Lyss, empezó la
gente a desmelenarse. Y es curioso como el comportamiento humano en situaciones
parecidas se rige por una conducta pautada. “Oye quieres sentarte”, le
espetaron unas guerreras a uno de los primeros que se atrevió a levantarse de
la butaca y empezar a disfrutar. Una escena que no volvió a repetirse, ver los
gestos del asturiano sobre el escenario era Cuestión
de Prioridades, así, que el respetable perdió el respeto y como un Loco de atar se puso en pie Como una vela. A partir de entonces, el
que De pequeño fue el coco, ahora con
34 primaveras, y muchas tablas a sus espaldas inyectó en vena un chute de
adrenalina con Lágrimas desordenadas.
Dos horas de concierto para ofrecer
un repaso a su carrera musical. El single Lágrimas desordenadas desató la
locura entre un público completamente entregado.
|
Un derroche de euforia desordenó todo: las gradas vibraban
al son de cantos, saltos, palmadas, piropos… El deleite artístico se apoderó de
cada una de las almas presentes. Los mayores encarnaban la “Generación rock”,
los más pequeños empezaban a disfrutar de uno de los placeres de la vida y la
conocida como “generación perdida” encontraba los motivos para agarrarse a su
existencia vital: “Que el cielo espero
sentao” gritaban. La conexión fue total y eso que no era digital –su red
social está que echa humo-.
Carlos Rufo y José de Castro, (en pantalla) fueron dos de los pistoleros que junto al resto de la banda cabalgaron con un directo potente y enérgico. |
Los encargados de la metralla sonora fueron sus guitarras: José, Carlos, Alex y Javi que como Billy,
el pistolero dispararon incendiarios riffs de altos vuelos, incluso posando
el arma cargada sobre los hombros y de espaldas. Estaba claro que el libro de
José de Castro “Guitarra para torpes” –muy didáctico para el resto- no iba con
ellos. En esta ocasión es justo dar bombo y platillo el batería Enzo Fillipone,
que repartió muchas nueces con poco ruido, y que tan magistralmente invierte el
dicho. Si su lucimiento sobre el escenario queda algo eclipsado por las
imágenes de una luna llena, comprobamos que en tierra firme rompe más de un
plato. Pudimos atisbarlo antes del concierto en la zona del bar, bajo el ala de
un sombrero, platicando y llevándose el gato al agua. No olvidamos las notas de un lustroso piano de
cola, a manos de Luca Germini, el pianista
que se ha incorporado en esta gira y que casó muy bien en el pudiente ambiente.
Cap Roig se rindió al carisma de Melendi. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario