Texto y fotos: Noelia Baldrich
“Nos los hemos gastao” así de contundente y con una sonrisa cómplice describía el cantante Melendi los atributos de su nueva gira Un alumno más, correspondiente a su séptimo disco de estudio, durante la rueda de prensa que ofreció el pasado 6 de mayo en Madrid. Un tour que le llevará por las mejores y selectas plazas de la geografía española (Starlite está marcado en la agenda: 3 de agosto, Marbella) y que se viste de gala. Sí, han leído bien, una gira de etiqueta que se calza por los pies – el asturiano ha firmado como imagen de las deportivas Yumas-, se viste de prèt a porter con camisa y corbata y se cubre con una producción espectacular de quitarse el sombrero. Los conciertos del cantante asturiano vienen con: una pirotecnia de juegos de luces, espejos triangulares de fondo que proyectan imágenes, dos pantallas gigantes en los laterales hacen que no perdamos detalle, luces de neón perfilan el escenario y, puestos ya en esa neblina de club nocturno, un micrófono personalizado con pedrería de fantasía pone el broche de oro a una gira que a todas luces ha rebasado cualquier presupuesto pactado.
Este año, el alumno Melendi se los ha gastado en esta recreación de colegio de pago, pijo si quieren, y eso que nunca ha asistido a una escuela privada y de prestigio, según ha declarado.Todo este despliegue de medios es simplemente un plus a lo que ya viene de serie, año tras año: ingenioso cantautor con un carisma que atrapa, con una garra que engancha y una fuerza expresiva que cala hasta los huesos. Por tanto, la lección que deben aprenderse para asistir a estos nuevos conciertos es la de "Imagen, Diseño y Estilismo". Y no caigan en la banalidad de no darle importancia a la materia porque entre sus dificultades hay ocho horas de montaje, un staff de unas casi cincuenta personas trabajando a destajo y cuatro trailers de enormes dimensiones que viajan de noche.
Bien, tampoco, está de más que vuelvan a repasar la asignatura "Filosofía de vida" porque el ex coach de La Voz se sube al escenario y lo primero que dispara son dudas existenciales: "¿Qué nos enseña la vida?" Con el peso de esta pregunta arranca sus conciertos. No me dirán que no empieza con nivel. Y, entonces, descarga su retahíla: “La vida es un aprendizaje constante, es un regalo que hay que disfrutar…” No les adelanto más porque de lo contrario les chivo la lección, pero, tras una breve alocución, entra en materia. Dos horas y media de show apoteósico donde Melendi desgrana Un alumno más combinándolo, alternando ritmos, con los temas más celebrados de su trayectoria musical. 30 canciones con poesía callejera y prosa de la vida que nos instalaba en una locura de diversión. Con Tú de Elvis y yo de Marilyn comenzaba a vibrar un Palau Sant Jordi casi a rebosar, 16.230 entradas vendidas confirmaba la promotora TheProject. Ya puede tirar de talonario el autor de Cheque al portamor, que su activo profesional arroja saldo positivo con pingües beneficios. A estas alturas de ejercicio artístico, con quince años examinándose en el arte del oficio, el Milindri se ha ganado el respeto de todos, y ahora es Don Ramón Melendi para los medios. No les engaño, escuchen a El Pulpo, de Cadena100. Y como el cantautor es respetuoso con su público, su segundo tema lo dedicó a las presentaciones formales. Si De pequeño fui el coco ahora parece estar encantado de conocerse y de sacar partido a sus puntos fuertes. Lo siguiente fue una travesía por los diferentes estados del amor. Desde enamorarse de su profesora de inglés, con el tema Septiembre, hasta concebirlo como una estación de Vivaldi en El amor es un arte. Al desamor le dedicó sus infalibles temas Un violinista en tu tejado, Barbie de Extrarradio, Canción de amor caducada o Como una vela, momento en que la última incorporación, la cantante Esmeralda Grao, hizo acopio de su gran voz. La intérprete alicantina se marca un solo con guitarra para la intro demostrando sentirse como pez en el agua en los mares de la banda, de hecho, ya había sido corista en el álbum del artista Curiosa la cara de tu padre (2008) Volviendo a tiempos pretéritos, el olor de aire de primavera trajo su rumba más bailada, Caminando por la Vida, y ya se pueden imaginar, no solo el mundo calé, también el catalán se rendía a sus pies.
Hubo unos minutos de intermedio para un cambio de vestuario, que amenizaron proyectando un vídeo socarrón en el que el hijo del cantante, Marco, también hacia aparición. El compositor asturiano volvía al escenario tras presentarse virtualmente en el despacho del director y escribir en una pizarra lumínica sus tres faltas más conocidas, no es necesario que se las repita. Comenzaba entonces el segundo entreacto de esta fábula escolar con emociones a flor de piel y de impacto masivo. Con Lágrimas Desordenadas el público no voló como superman pero el Palau Sant Jordi parecía levitar. Con Cierra los ojos, el maestro Melendi dio su mejor lección de vida y con Cenizas en la eternidad, la canción más importante que ha compuesto en su vida, conmocionó sobremanera a su legión de guerreros. Sí, así son conocidos sus seguidores, no digo fans, que al cantante le molesta.
El cantante obsequia a sus seguidores con un show mayúsculo que obedece a todas luces a sus golpes de ingenio
Este año, el alumno Melendi se los ha gastado en esta recreación de colegio de pago, pijo si quieren, y eso que nunca ha asistido a una escuela privada y de prestigio, según ha declarado.Todo este despliegue de medios es simplemente un plus a lo que ya viene de serie, año tras año: ingenioso cantautor con un carisma que atrapa, con una garra que engancha y una fuerza expresiva que cala hasta los huesos. Por tanto, la lección que deben aprenderse para asistir a estos nuevos conciertos es la de "Imagen, Diseño y Estilismo". Y no caigan en la banalidad de no darle importancia a la materia porque entre sus dificultades hay ocho horas de montaje, un staff de unas casi cincuenta personas trabajando a destajo y cuatro trailers de enormes dimensiones que viajan de noche.
Un espectáculo en el que no tiene nada que probar, ni asignatura que aprobar |
La madurez le ha convertido en la perdición
que muchas mujeres quisieran poseer.
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El cantautor asturiano, de 36 años, se muestra exultante con su espectacular gira Un alumno más |
También se puso a las teclas de un lustroso piano interpretando su nuevo tema Un alumno más, no incluido en el disco y dejando boquiabiertos a medio recinto; y para colofón de las sorpresas -esta última no se la voy a desvelar del todo-, pasó a presentar a su escuadrilla de músicos, impecablemente uniformados, con la banda sonora de Rocky Balboa. Al son de Eye of the Tiger, Luca, Enzo, Guereñu, Esmeralda, Javier, Rufo, Jopi y el mismísimo Jefe, pisaban las tablas como jugadores de cancha. Tras las canastas, una sirena de barco anunciaba el momento de Tocado y Hundido. Fue el delirio. Llegaba la máxima expresión de romanticismo con La promesa, que, cantada a viva voz por miles de gargantas, sonaba a la marcha nupcial de su amigo Pablo, aquel que en una noche de borrachera y bajo los acordes de Delgadito, le confesaba desesperado su estado impar y la ausencia de ofertas de compra. Pasada la medianoche las manecillas del reloj se acercaban al fin del show y Melendi quiso cerrarlo con De repente Desperté un dardo de crítica social.
En definitiva, su gira Un alumno más esta caligrafiada con oficio, con técnica, pero ante todo con la libertad insuperable que dan los torcidos renglones del talento. Por eso, les animo a que vayan a ver su directo, es una descarga de emociones impagable y si pueden pagarse una Golden Ticket, en la que, además, de compartir foto charlarán con Melendi, entonces la noche no tiene precio.
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